08/10/2024 0 Comentarios
El camino terapéutico
El terapeuta tiene la finalidad de contribuir a que el paciente se sienta mejor consigo mismo y con el entorno en el que vive. Sentirse mejor con uno mismo y autoconocerse supone una mejora de quienes somos y de dónde nos encontramos. Este conocimiento afecta a nuestra realidad física y psíquica, al mundo interno y externo, haciendo que se modifique la manera en que nos relacionamos. Cada paciente es una enciclopedia de psicología y comportamiento.
El terapeuta tiene la finalidad de contribuir a que el paciente se sienta mejor consigo mismo y con el entorno en el que vive. Sentirse mejor con uno mismo y autoconocerse supone una mejora de quienes somos y de dónde nos encontramos. Este conocimiento afecta a nuestra realidad física y psíquica, al mundo interno y externo, haciendo que se modifique la manera en que nos relacionamos. Cada paciente es una enciclopedia de psicología y comportamiento. Uno visita al psicólogo por el motivo de consulta, pero más por las razones no manifiestas que escapan a su control. Nuestra tarea consiste en delimitar los motivos y razones ocultos que el paciente desconoce y que están afectando su situación actual. Tenemos que averiguar qué es lo que le impide descubrir la verdadera causa; esta dificultad esconde otras más complejas que tenemos que desvelar. Hablando de forma genérica, se podría decir que los pacientes acuden por estar en momentos de crisis (transicionales, estrés traumático, madurativas o psicopatológicas), de desorientación (insuficiencia o mala interpretación de la realidad y por reacciones ciegas, impulsivas, irreflexivas o situaciones problemáticas), carga y descarga inadecuadas de frustraciones, del estrés o de sobrecargas psíquicas. En resumen, una persona busca ayuda para enfrentarse a problemas personales. Las personas que acuden comparten el padecimiento de ansiedad y enfado. La ansiedad es una señal de alarma que indica un peligro, ya sea real o imaginario. Este mecanismo posibilita un estado de vigilancia que, en caso de no superar el motivo de malestar, se convierte en miedo. Otras veces, esta ansiedad se encubre con nervios, intranquilidad, mal humor, sudoración, opresión, palpitaciones, despistes, sollozos, respiraciones agitadas... La ansiedad será mayor o menor dependiendo del peligro que creo percibir y de las capacidades que considero tener para afrontarlo.
La primera relación del bebé es con su cuerpo, solo piensa en sensaciones agradables o desagradables. Estas sensaciones forjan un primer esbozo de mente, del aparato psíquico. El papel de la madre es fundamental para posibilitar la conciencia de que algo exterior existe a través de los cuidados y de nombrar con palabras lo que el bebé puede estar sintiendo y experimentando. Esto posibilita el pensamiento y la comprensión de lo que sucede a su alrededor. El psicólogo hace que el paciente recupere las habilidades y pueda desarrollar su proyecto vital. Se restauran los procesos que quedaron interrumpidos. La ansiedad surge en los bebés ante situaciones en las que las necesidades no son satisfechas. Este estado de desesperación desaparece en cuanto este instinto queda satisfecho. Se registran en la memoria estos momentos de placer y displacer que forjan los esquemas y la manera de enfrentarnos a las situaciones que nos generan malestar. Con la experiencia, las personas aprendemos qué personas o situaciones nos calman y creamos expectativas de que las necesidades que tenemos pueden ser satisfechas. Otra forma de aprendizaje es imponernos la autoexigencia de cubrir todas nuestras necesidades, lo cual se correlaciona con la exigencia que se pone hacia los demás y el entorno. Las personas que no consiguen lo que se autoimponen se sienten mal y surge la ansiedad. Por lo tanto, pueden darse dos grandes grupos de ansiedad: las que se originan por causas externas y las que surgen por nuestras propias exigencias.
El paciente acude con necesidades, ansiedades, temores y expectativas. Nosotros somos como esa madre que intuye necesidades y se adapta a ellas. Respetamos el proceso de cada paciente y permitimos la existencia de tensiones y frustraciones. Ayudamos a que la ansiedad no supere los niveles de intolerancia. Ayudamos a poner palabras allí donde no las hay; es necesario nombrar lo que no se nombró, legitimar y acoger el sufrimiento.
Somos profesionales suficientemente buenos en el sentido de Winnicott. Debemos ser capaces de desarrollar una relación que se aclara a las necesidades cambiantes del paciente. Para ello, el profesional deberá conocerse a sí mismo y tener esta misma relación con él mismo, y ser sensibles a las necesidades cambiantes del paciente.
El paciente no sabe qué es lo que desea cambiar ni qué impide el cambio. Siente un sufrimiento que le impide ser feliz; los impedimentos pueden ser una enfermedad, problemas familiares, laborales, sociales o que tengan que ver consigo mismo, sus deseos, ilusiones, etc. Ayudamos a tomar conciencia de aquellos elementos que le impiden alcanzar sus objetivos a nivel vivencial, y esto es lo que permite generar cambios, reducción de síntomas y mejoras. El analista ayuda al paciente a tener otras formas de enfrentar las dificultades, de relacionarse o comportarse. También ayudamos a que se haga cargo de sus conflictos intrapsíquicos e interpersonales para desplegar su verdadero yo y reintegrar las partes disociadas de su personalidad. Le ayudamos a pensar en aquello que parecía impensable y ser quien realmente es. Esto posibilita la reorganización de las relaciones objetales internas. Ayudamos a entender sus dificultades y su forma de enfrentarse a los conflictos.
La relación de ayuda permite a la persona asumir la responsabilidad de sus propias acciones y tomar sus propias decisiones basándose en nuevas alternativas.
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